Cursor by www.Soup-Faerie.Com Crónicas de una hoguera: El manuscrito (1ª Parte)

Crónicas de una hoguera

martes, enero 08, 2008

El manuscrito (1ª Parte)


Un manuscrito anónimo apareció ante mi puerta en ese día 6 de Enero que ya parece tan lejano. Han pasado demasiadas cosas desde entonces. Todo ocurrió con muy temprano, a eso de las 6 de la mañana con tres golpes en la puerta que parecían ser efecto de una obra lejana a mi mente, todavía inmersa en sueños. Pocos segundos después, tres nuevos golpes se oyeron tras la puerta, esta vez parecía que el infierno estaba a sólo unos pasos de la entrada de mi casa. Aunque temeroso, hinché el pecho con decisión y me acerqué hasta posar mi oreja en la fría madera… allí al otro lado había “algo” que se agitaba a un lado y a otro. Armándome de valor, investigué a través de la mirilla, pero allí no había nada. O al menos no se veía nada, porque el arrastrar de pies seguía oyéndose con más claridad aún.

Retrocedí unos metros, justo hasta alcanzar un cuchillo de cocina tras el que parapetarme. Asiendo con fuerza la fría empuñadura de acero, olvidé disimulos, avanzando con paso decidido hacia lo desconocido. Tomé aire, apreté los dientes y giré el pomo con rapidez. Allí no había nadie. Un charco de algo que recordaba sorprendentemente a sangre se encontraba justo delante de mí. Y en medio del charco semiflotaba un raído pergamino.

Sus hojas estaban gastadas por el tiempo y el uso pero, aún así, su cuidada realización era evidente. Estaba escrito en castellano antiguo y en letra cortesana, lo que revelaba un cierto valor. Eran 7 hojas unidas entre sí por un pasador de tela roja rematado con un sello de plomo con una inscripción un tanto extraña.

Estuve mucho rato admirando la escena. Ante mí, un pergamino y un charco de sangre del que se alejaban unas huellas que desaparecían ante una pared al fondo del rellano. Cuando volví en mí, tomé el pergamino casi por instinto, y llamé a la policía. Fueron unas largas horas declarando lo que había visto, una y otra vez, siempre igual… salvo el pergamino. Eso me lo guardaba para mí.

Al mediodía, ya de vuelta a casa, me paré ante aquel edificio como otras tantas veces, maravillado por lo que podría significar una construcción de ese tipo en medio de la ciudad. Nadie sabía su origen, dueño o finalidad. No existían planos registrados de la zona, pero aún así, las autoridades decidieron hace tiempo dejar en paz el lugar, considerándolo “edificación protegida”. En el fondo creo que a todos les producían cierto respeto esas cortinas tras cada una de las once ventanas de esa fortaleza digna del rey Arturo.
Allí, observando su pared de piedra, me propuse saltar la valla esa misma noche, como otras tantas noches imaginadas en las que el miedo terminaba con mis sueños de explorador. Al punto, resurgió de mi cabeza el pergamino… debería volver a casa para saber qué significaba todo aquello. Y así lo hice.