Tarde de sábado

Una mañana, un grupo de amigos se acercó hasta el bosque con la intención de conseguir buena madera para venderla en el mercado. Nada más llegar, se pusieron a talar y talar hasta que sólo quedó un árbol, un árbol tan marchito y viejo que no merecía la pena ni tan siquiera intentar sacar un poco de leña de él. Así, cuando por fin se fue la luz, nuestro pobre árbol se quedó solo, en medio de un claro del bosque donde tan sólo se adivinaba la masacre que había ocurrido horas atrás. Y en el silencio de la noche, contempló una vez a su amada.
Pasaron los días, las semanas y los meses, y nuestro marchito tronco se despertó un día entre la algarabía de unos chavales que acamparon justo a sus pies. Todos quedaron maravillados por la extraña belleza de aquel árbol desnudo, sin hojas y con carcoma, pero lleno de vitalidad… podían sentirla. Y eso les gustaba. Tras ese día, prometieron volver en otra ocasión y, poco a poco, esas visitas se producían más a menudo, hasta el punto que siempre había alguien a los pies del árbol.
Tras unos pocos años, las visitas se convirtieron en largos períodos junto a ese maravilloso ser que desprendía tanta bondad como amargura y, conmovidos, los ahora muchos mas visitantes, decidieron construir algunas casas en las que refugiarse durante el invierno que querían pasar en ese lugar. Y tras el invierno, nadie se marchó sino que vinieron muchos otros, maravillados por la historia de un árbol que hacía sonreír a las personas cuando éstas lo contemplaban.
Así se creó esta ciudad, y aquel árbol, sobre el que hoy te recuestas, todavía sigue alegrando cada día a todos los que vivimos junto a él. Dicen los ancianos que, en las noches claras, cuando la luna inunda con su mirada la ciudad, todavía se le oye sollozar, que sigue sin poder decirle nada a su amada a pesar de los siglos que lleva intentándolo.
2Comments
Gracias, por seguir escribiendo cosas tan bonitas y estremecedoras, eres único y genial... y "basicamente" la excepcion....
un besito nene
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Anónimo, at 10:52 p. m.
Conozco ese árbol. Algún día nos recostaremos en su anudado tronco y relataremos historias que sólo tendrán sentido para nosotros.
Me ha encantado.
Recostada...
a dreamer
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Anónimo, at 9:36 a. m.
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