Cursor by www.Soup-Faerie.Com Crónicas de una hoguera: El banco

Crónicas de una hoguera

lunes, diciembre 18, 2006

El banco

Una farola ilumina un charco en una tarde de invierno, el viento hace olas absurdas en cada árbol y un banco solitario se queja de su soledad durante horas. Nadie vino a visitar esa vieja reliquia, nadie se acordaba ya desde que su amigo se fue. Él era el único que sabía apreciar su valor de verdad. Pasaban juntos tardes enteras, recordando viejos tiempos, llorando y riendo juntos por una vida insulsa que a ambos le parecía de ciencia-ficción. Ya nada sería igual. Era su único apoyo en la vida. Ambos lo eran el uno para el otro. Juntos compartían amores y odios, sueños y añoranzas.

Una mañana un camión se llevó el banco. Estaba ya viejo y había que pintarlo. Tardaron todo el día en dejarlo decente de nuevo. Su compañero llegó puntual a la cita, pero sólo vio un descampado allí donde se encontraba su refugio diario. Dio media vuelta y se fue, echando una última lágrima en ese suelo empapado por años de tristeza y confidencias con su igual. Casi ya de noche, el banco volvió a su lugar, pero nadie estaba allí esperando, su camarada se había esfumado ese día y ya no volvería más. De repente miró al suelo y observó unas extrañas marcas… ¡era su letra! Un adiós lánguido y arrastrado aparecía dibujado con tosquedad en la arena cercana a una de sus patas. No pudo contenerse más, sabía lo que pasaba, su amigo había muerto. Una vez le dijo que si él no existiera, ya no habría nada en la vida que mereciera la pena como para seguir adelante, que sólo le movían las horas que pasaban juntos. Ya nunca existirían más horas… el remozado asiento intuyó la soledad que se cernía sobre el, y no aguantó, embotó su madera hasta reventar sus clavos y allí mismo dejó de ser un banco para convertirse en un simple montón de astillas y maderos inservibles. No tardó en aparecer una pareja que eligió esa madera para una hoguera… era su primera noche a solas. Cada uno se guardó una pequeña astilla, sería como su amuleto, como algo que les uniría para siempre. Un nuevo ser venía ya al mundo, la pareja se iría con el tiempo, el ser estaría solo, aunque tendría ese par de astillas que sus padres le entregaron en su lecho de muerte. Siempre sentía un escalofrío cuando tocaba esas astillas, pero ya era hora de que volvieran a su lugar. Se acercó al descampado y las enterró, allí donde su padres le habían contado miles de veces la historia de cómo se conocieron. Todo estaba en su sitio. Se quedó mirando la tierra removida por la improvisada tumba de las maderas. El sitio era perfecto, silencioso. Y un banco de madera, algo avejentado, presidía el lugar como si hubiera estado allí desde hace mucho, aunque todavía le delataban los trozos de pegatina arrancados que todavía luchaban por quedarse un poco más pegada a la madera. Ése sería su refugio.

2Comments

  • qué suerte la de aquél amigo, qué suerte la de aquel banco, qué suerte la de aquella pareja, qué suerte la de aquél ser que vino al mundo, qué suerte la de aquél rincón elegido...

    By Blogger clementine-amelie, at 11:07 a. m.  

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    By Blogger clementine-amelie, at 11:07 a. m.  

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