
La inocencia del atardecer apuñala mi pecho.
Atrás dejo discusiones matutinas sin sentido,
y mi mano no alcanza a rozar la brisa
de la mañana en un día de tormenta.
Nunca es tarde, aunque los ojos no escupan
mas allá de las sombras.
Los árboles, encuadernados en savia muerta,
agonizan ante unas manos que retuercen sin parar
sus hojas, ahora marrones, y que sólo sudan
sangre en un grito de silencio.
Como una piedra que gana tamaño día a día
devorando el lecho del río.
Atrás dejo discusiones matutinas sin sentido,
y mi mano no alcanza a rozar la brisa
de la mañana en un día de tormenta.
Nunca es tarde, aunque los ojos no escupan
mas allá de las sombras.
Los árboles, encuadernados en savia muerta,
agonizan ante unas manos que retuercen sin parar
sus hojas, ahora marrones, y que sólo sudan
sangre en un grito de silencio.
Como una piedra que gana tamaño día a día
devorando el lecho del río.
1Comments
casi se me olvida lo que era morir de sentimiento...
cada palabra exacta en el momento preciso. me encanta, de veras que si.
no olvidé la invitación, tranquilo (tiempo es lo que necesito), te echo de menos a las tres y media de la tarde en mi casa...
gran abrazo de los que te gustan.
clementine
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Anónimo, at 10:53 a. m.
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