Cursor by www.Soup-Faerie.Com Crónicas de una hoguera

Crónicas de una hoguera

viernes, noviembre 10, 2006

Ayer entré en un ascensor de esos que hay en una cadena de comercios muy conocida (que no digo marcas, que no, pufff, vale: el corte inglés… ¿contentos?), pasé al fondo porque estaba vacío pero, de pronto, un grupo de hombres vinieron con unas féminas cogidas del brazo, yo iba al sexto y ellos al primero (que digo yo que qué flojera hay por el mundo para ir a un primero y coger el ascensor… pero bueno allá cada cual). Bueno ahora se produce la típica situación en la que parece que está prohibido hablar con alguien porque nadie mira, nadie habla, sólo se observa las luces del techo o la botonera… ¡como si no hubiéramos visto nunca un botón! El silencio era enrome, casi podía oír los latidos de mi corazón, y ni siquiera estaba nervioso… así que imaginad el nivelazo de ruido del habitáculo. De todas formas yo estaba bastante ajeno alo que pasaba porque todos me daban la espalda, me encontraba al fondo del ascensor y no veía la cara de ninguna de las mujeres (por cierto, parecían cortadas todas por el mismo patrón… si es que ahora van todas las chicas iguales, parecen clones). El caso es que llegamos al primero y los hombres se bajaron charlando alegremente. Me extrañó que ninguna mujer se bajara pero, cosas de la vida, yo que sé. Ninguna hizo nada por pulsar el botón de otro piso, así que pensé que iban al sexto como yo.
Y empezamos a subir. Segundo… CLINC… tercero… CLINC… cuarto… CLINC CLONC… ¿Clonc? ¿Qué es eso? Pensaba que eran lo que suena al paso de cada piso pero ese CLONC no me gustó nada. De pronto, ensimismado como estaba en esos pensamientos, algo me sacó las musarañas de los calzoncillos, un CROOOOOCCCCC enorme. Allí nos quedamos, entre el cuarto y el quinto. Estábamos atrapados.
En teoría, quedarse atrapado en un ascensor con un montón de chicas de buen ver en un ascensor pinta requetebién para el menda… pues que va, allí no hablaba ni el tato. Era un silencio bastante incómodo, como si no les importase quedarse atrapadas. Pasaron casi diez larguísimos minutos antes de que me decidiera a romper el hielo, hasta entonces, cualquier cosa que pensaba me parecía muy absurdo para decirlo: “perdona, ¿eres muda? Es que no me gusta relacionarme con las nucas” o… “Oye ¿Tienes hora? ¡Es para que sepas que llevamos aquí ya un rato y te mueves menos que los dientes de arriba!”… ¿Veis? ¿A que mejor pensar bien lo que se dice? Pues eso, diez minutos. Ya me decidí a tocar la espalda de una de las chicas que tenía más próximas a mí, le di un par de toquecitos suaves con la punta de los dedos, pero parecía que le dolió, porque se tambaleó y se cayó al suelo, golpeándose la cabeza con la pared del ascensor, un hilillo de sangre le salía del sombrero/ pasamontañas/cosa rara que llevaba encasquetado. Me sorprendió que nadie se agachara a ver qué había pasado. Yo me abalancé rápidamente, intentando saber si el golpe era grave, pero no lo sabía, sólo sabía que debía estar desmayada, porque no respondía y encima estaba ligeramente fría. De pronto se puso en marcha el ascensor, me desequilibré y quede a pocos centímetros de la cabeza de la chica desmayada, un tanto embarazosa la situación, la verdad. Se abrió súbitamente la puerta del ascensor y me encontré un coro de personas que miraban la escena asombrados. Ante mis súplicas de ayuda con la chica sólo respondían abriendo aún más los ojos, algunos se sonreían discretamente, no entendía la situación. Por fin, uno de los mirones se acercó y me dijo:
-“perdona, ¿se puede saber que haces en el suelo del ascensor, a cuatro patas y encima de un maniquí?”
-¿Maniquí?, usted está chiflado, ¿Es que no ve la sangre?- yo ya estaba más nervioso de lo que me hubiera gustado, no entendía que nadie hiciera nada.
-¿Sangre? Mira anda- dijo quitándole el gorro al muñeco.- Ahí tienes tu sangre, el recipiente de la tinta antirrobo está roto.
¡Qué vergüenza! Había estado haciendo el boca a boca a un trozo de plástico, así decía yo que tenía unos pulmones muy pequeños y se llenaban en seguida.
Fue salir de allí como pude, abriéndome paso entre risotadas y miradas compasivas de un buen número de pares de ojos, y me dirigí directamente a la óptica a por mis gafas. Ahora me explico que ese anciano al que le pregunté la hora se pusiera rojo de ira: era un semáforo, ya me parecía a mí que era demasiado alto.
No vuelvo a salir sin gafas.

2Comments

  • estupenda conclusión, estooooo, pasas muuuuuuchas horas sin hacer na, ¿verdad? Ainssss, dile a tu jefe que tu amigüita es súper multiusos y que me contrate pa lo que sea, verás que pronto se te pasan los días..., y si no te lo crees, pregúntale a mi hermano qué tal el viajecito a madrid... :)

    achuchones
    clementine

    By Anonymous Anónimo, at 2:05 p. m.  

  • jajajajajajaja
    Recordaré este relato por muuuuuuucho tiempo!!! jejejeje. Muy bueno!! Por lo que veo o leo, eso de tres en un burro va a ser lo que viene siendo un poco cierto!!

    By Blogger Ada, at 6:20 p. m.  

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