Cómo convertirse en arroz

Una vez hubo alguien que no quiso ser arroz, que prefería convertirse en algo tan maravilloso que no pudiera ser tragado, que fuera incluso inmoral hacerlo… pero eso fue imposible. Las máscaras terminan revelando su más horrible cara, aun cuando esa cara no exista, y eso es lo que hace amargos a esos vagos de arroz que se quieren distinguir del resto. Si se es arroz, hay que convertirse en el mejor que exista. Sin miedo a pasarse, sin quemarse, sin pretensiones o aspiraciones… ahí radica el secreto y no en ningún otro lugar.
Hay tanto arroz como peces en el mar, por lo que no resultaría raro que todo el mundo se cruzase varias veces con arroces. Hay que saber reconocerlos: se muestran taciturnos, alegres en ocasiones y tristes cuando están solos. Su ropa no es más que un simple reflejo ocasional del exterior, y nada tiene que ver con su alma, que vuela libre más allá de los campos de cultivo hasta llegar a las nubes, soñando porque una gaviota la lleve hasta lo más alto, más allá de las montañas, más que las estrellas, más que el espacio… que la lleve al cielo. Y cuando eso ocurre, el vago se convierte en todo lo que quiso ser y no se atrevió, pero ya es demasiado tarde para transformaciones, será tragado ahí, en el cielo. Al menos, nos queda pensar que morirá feliz de haber servido para que esa gaviota aletee más fuerte, que siga maravillando al mundo con su vuelo.
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