Cursor by www.Soup-Faerie.Com Crónicas de una hoguera: abril 2008

Crónicas de una hoguera

martes, abril 29, 2008

El océano de cristal


Sólo quedaba comida para un día y el mar seguía tan plano como un cristal, pensó que aquellos eran sus últimos momentos. Y mientras el atardecer se ponía en un horizonte mucho más grande de lo que nunca había visto, cogió su armónica, se encendió el último cigarrillo y disfrutó de aquellos minutos que le separaban de un final que tan sólo un año antes no habría podido imaginar. Era un ejecutivo de éxito, lo tenía todo en la vida, salvo aquella chica a la que conoció de joven y a la que seguiría amando aunque pasaran mil vidas. Nunca quiso dejarse convencer por ese sentimiento, creía que eran locuras de juventud, cuando poco o nada se tiene claro en cuanto al amor. Pero eso sólo era el engaño que se había impuesto, y le estaba consumiendo día a día.

Una mañana de resaca, despertó al lado de una sensual chica que había conocido horas antes en una fiesta. Creía que su cabeza iba a estallar de un momento a otro, pero aún así sabía que tenía que poner fin a esa armadura tejida sobre su piel y que le apretaba cada vez más. Se despidió de ella con un suave beso en la mejilla, se puso los pantalones y salió al balcón para dejarse acunar por el frío de la mañana. Allí mismo decidió su viaje.

Horas después se encontraba en el puerto en busca de su yate. Sabía que no tenía un rumbo fijo y que el depósito de combustible estaba casi a la mitad, pero nada de eso importaba. Todo fue bien durante tres días, navegando siempre al sur, sin importar nada dónde estuviera. El cuarto día, una pequeña explosión en las bodegas lo sacó de su sueño: el motor se había parado por falta de combustible. Y sin pensarlo dos veces, echó al agua una pequeña barca y se alejó del yate a golpe de remo.

Se sentía libre, muerto y a la vez más vivo que nunca. Y ya no tenía más comida. El cigarrillo a medio consumir le marcaba los segundos que le quedaba de vida. Con tranquilidad, apuró una última calada, se ató varios plomos de buceo al cuello y se dejó caer hacia el fondo del océano.

Mientras se hundía, logró distinguir otra balsa que se acercaba rápidamente a la suya, y otra figura se hundió en el agua con plomo en el cuello. No pudo hacer nada para salvarla.

miércoles, abril 23, 2008

El palo en el descampado


Ayer paseaba, tranquilamente, como si no tuviera que llegar a ningún sitio: anduve por lugares que no conocía, y ahora pienso que a lo mejor ni siquiera existían. Llegué a un descampado despojado completamente de árboles, césped o cualquier tipo de hierbajo, el terreno denotaba un marrón arcilloso que relucía muy por encima de lo que me podría parecer normal, aunque no le di demasiada importancia. Pero sí hubo algo que me llamó la atención, algo que podría haber cambiado mi vida. Ahí, justo a mis pies había una pequeña rama, demasiado recta para que la naturaleza la hubiera parido y demasiado imperfecta para que la mano del hombre la hubiera tallado. El color parduzco que la cubría dejaba sospechar que llevaba ahí tirada mucho tiempo.

Me acerqué y la cogí entre mis manos, curioseando cada uno de sus nudos, pasando la yema de los dedos por sus imperfecciones, casi como un ritual que hubiera aprendido mucho antes de darme cuenta de ello. Y comencé a juguetear con ella, blandiéndola como una espada para batirme en duelo con un enemigo invisible. De repente, un cosquilleo recorrió mi cuerpo. Empezó en la mano, subiendo por el brazo para terminar en mi pecho. Notaba como si mis pulmones se llenaran de fuego, pero no quemaba, era cálido y acogedor.

Y justo cuando parecía que me iba a explotar el pecho, un chisporroteo nació del extremo de la vara. Poco a poco, la luz de las chispas se iba condensando más y más, como si hubiera algo que la retuviera ahí, justo en la punta de aquella extraña rama. Todo ocurrió muy rápido: las chispas dieron paso a una luz plateada que formaba una gran bola que iba creciendo más y más…y de pronto, vi salir algo de entre toda aquella luz que, aunque sorprendentemente potente, no resultaba cegadora, ni siquiera molesta. Primero fueron unos cuernos, y éstos dieron paso a una cabeza, una cabeza de un animal que parecía luchar por salir de aquella luz. Segundos después, el ser de luz había abandonado la bola y se encontraba frente a mí, mirándome fijamente a los ojos, como escrutando cada pensamiento que pasaba por mi mente. Me encontraba petrificado, confuso por todo lo que estaba ocurriendo. El ciervo inclinó su cabeza, me dio la impresión que era una reverencia, y sin saber el motivo, le respondí de igual modo. El animal giró sobre sí mismo y se alejó galopando. Hubiera jurado que alzó el vuelo, aunque la luz del atardecer no dejaba ver en esa dirección.

Tras esto, la bola de luz desapareció, como si fuera absorbida por la vara. Y la enterré, allí donde la hubiera encontrado minutos antes, donde tuve la oportunidad de sentirme más vivo que nunca, donde juré que volvería a buscarla cuando estuviera preparado.

martes, abril 15, 2008

El Charco (cuarta parte)


En la soledad de una sola mirada, releo mis pasos una y otra vez, buscando donde desapareció la verdad, donde la inocencia se tornó cristales rotos al pie de un espejo. Miro a través del estanque, lleno de moho y abandonado por un dueño inexistente, para contemplar un reflejo tan despreciable como la suciedad que lo abraza como si hubiera estado esperando que esa imagen se asomara algún día a sus brazos. Al fondo, ramas rotas y podridas esperan anhelantes un descuido para atravesar mis entrañas como la hoja de una espada resbalando por el agua.

viernes, abril 04, 2008


Hoy me siento fugaz. Todo puede ocurrir hoy, es un día mucho más raro de lo que nadie puede comprender, ni siquiera yo mismo. Hoy puede terminar la libertad o abrazarme con más fuerza que nunca, los colores pueden apagarse o crear otros nuevos con los que deleitarme al atardecer, la sonrisa puede suponer falsedad o la más grande de las verdades. Hoy no hay personas a mi alrededor, todo estalla en una serenidad que se regocija en su propio silencio.

Hoy mi paso es pausado, lento, sin prisas, como antes. Puede que algo haya cambiado, quién sabe. Lo único real es que puede que no vuelva a sentir algo tan emotivo y absurdo como hoy. Puede que sólo sean delirios de una noche en vela, puede que me haya liberado de mis propios miedos, no lo sé. Quizás mañana todo vuelva a ser como siempre, como ayer, pero hoy me siento fugaz.